¿Es buen negocio invertir en arte?



Mientras muchos de los que antes eran buenos negocios se caen como castillos de naipes, el arte cada vez se valoriza más. Una guía para principiantes (y presupuestos pequeños) de cómo ver dinero donde los demás sólo ven cuadros.

Por León Tovar
Director de León Tovar Gallery y columnista de ‘Summus’
León Tovar: Del arte se puede vivir

Cuando me invitaron a escribir este artículo pensé en transmitir al lector algunas herramientas básicas que le permitan iniciar su propia colección de arte. Lo hice pensando en una persona sin ninguna experiencia en la materia, y basado en algunas preguntas básicas que yo mismo me haría si estuviera a punto de empezar mi propia colección de arte. 

Entrando en materia, ¿cuál es el primer paso antes de comenzar a comprar?
Pienso que hay que tomarse en serio el tema de coleccionar arte, pues es costoso y requiere de tiempo. Además, tan pronto uno empieza no quiere parar. La lectura de revistas especializadas y libros de arte es vital. También hay que visitar museos, exhibiciones privadas, bienales y ferias de arte. Es básico tomar cursos de historia del arte. Cultívese y no se preocupe por sentirse recién sofisticado, puesto que nunca es tarde para comenzar a aprender de arte.

No pretenda que sabe sin saber, pues si hay un medio en el que es complicado cañar es este. Recuerdo que participábamos en una feria hace algunos años y exhibíamos la emblemática obra Los amantes, de Fernando Botero. De pronto pasó por el frente una pareja joven, y el novio, antes de pararse en frente de la obra, leyó fugazmente un catálogo que estaba sobre la mesa. Después le dijo a su novia, con voz de locutor de radio: “Mira ese León Tovar”. Por supuesto, no pudimos controlar la risa y nos tuvimos que salir del pabellón para que no notaran nuestra burla. Así que, por favor, no pretendan posar de eruditos del arte si no lo son, lo mejor es preguntar. Además, ese es el trabajo de las galerías: explicar el tipo de artista, el origen, el concepto y la técnica de las obras. 

Tampoco tema entrar a una galería o a un stand de una feria a preguntar los precios de las obras. Eso no lo compromete a comprar. El dealer está para dar respuestas, pero no olvide que él también está para promover a sus artistas. Por eso es bueno que usted tenga claro de antemano lo que está buscando para su colección y así no entrar en confusiones. Por eso el enfoque es algo primordial. No se disperse en cuanto a lo que quiere coleccionar, pues lo ecléctico es costoso y lo puede llevar a ser, en vez de coleccionista, un vendedor de las piezas que compró a la ligera. 

Entonces lo primero que hay que hacer es definir lo que realmente le gusta. Por ejemplo, fotografía, escultura, arte conceptual o minimalista. El arte emergente (es decir, de artistas jóvenes y poco conocidos), es quizás el más accesible para un presupuesto modesto. Pero no por ser emergente significa que sea bueno. Primero se debe seleccionar lo mejor de las propuestas contemporáneas, y para eso hay que estar al tanto de los salones de artistas regionales y nacionales, las bienales y exposiciones privadas y públicas. Por ejemplo, asista al evento Arte Cámara, que promueve la Cámara de Comercio de Bogotá cada año durante la feria ArtBo. En fin, involúcrese en el tema, pues entre más sepa, mejor va a comprar. Es así de sencillo.

Otra pregunta frecuente es: ¿cuál artista hay que comprar, o cuál tiene futuro en el mercado? Es obvio que la respuesta no es tan sencilla como se cree. Lo primero que se debe aclarar es que ese tipo de información le representa al dealer una remuneración, pues esa es la base de su trabajo. Recomiendo asesorarse por un profesional con buena reputación y nunca arriesgarse a la compra ‘primípara-intuitiva’, pues la falta de conocimiento e intuición (o buen ojo o buen oído) son la receta perfecta para el fracaso de su inversión. Son pocos los empíricos que han logrado salir victoriosos en este negocio.

Otro aspecto importante de resaltar es el precio de las obras, en especial dentro del mercado primario (venta o representación directa del artista). Por lo general, los precios en este segmento tienen un margen de ganancias en el que se puede negociar un poco. Sin embargo, no olvide que parte de este margen es utilizado por la galería para la promoción de los artistas, como invitaciones a las ferias, publicidad, diseño de los catálogos, eventos de inauguración, transporte de las obras, seguros y un largo etcétera. Estos costos salen del porcentaje de cada venta de una obra. Entonces, como quien dice, pida descuento, pero no exagere, pues si jala mucho el caucho este se puede reventar y la galería perderá interés en usted como coleccionista: sucederá con total seguridad que lo marginen y no lo mantengan al tanto de sus nuevos artistas o simplemente que no cuentan con usted para las inauguraciones. Y en este negocio lo peor que le puede pasar es estar desconectado.

Ante todo hay que hacer las cosas de manera correcta. Hace algunos años le escuché decir a un coleccionista que había obtenido un precio de taller. Por lo general, si el artista es serio y es representado por una buena galería, no tiene la necesidad de vender desde el taller y mucho menos dar descuentos especiales, pues esto deslegitima su propio trabajo y el del galerista. ¿Se imaginan lo que pasaría si una galería ha promocionado a un artista por algún tiempo y ha logrado vender sus obras, digamos a un precio de diez millones de pesos, y un buen día el mismo artista decide vender a otro coleccionista en el taller, por digamos seis millones? Esa jugada pondría en peligro todo el trabajo de la galería y todo el mundo querría las piezas a seis millones, bajando de inmediato el precio de las obras vendidas con anterioridad. Yo opino que nunca se debe comprar al artista a espaldas del galerista, ya que esto trae unas consecuencias que el mercado cobra tarde o temprano.

Coleccionar arte es comenzar un ciclo de vida que algún día se va cerrar. No hay ningún coleccionista que en el fondo no sienta en algún momento la necesidad de vender o donar una pieza de gran valor. He visto muchas colecciones que cierran años después obteniendo dividendos insospechados para sus herederos. Porque en el fondo nadie compra sin pensar en el valor de las obras a futuro. Este es un negocio único, con ventajas culturales sobre cualquier otro. Coleccionar arte cambia la vida de manera positiva, pues el coleccionista verá y será visto con otros ojos. 

No hay que dudar si empezar a coleccionar o no; no se necesita ser David Rockefeller para comenzar… Con inteligencia y paciencia se puede lograr. Recuerdo como si fuera ayer cuando las obras de Francis Alys costaban entre 1.500 y 2.000 dólares. Y hoy… como un primer paso hacia el coleccionismo, tómese la tarea de averiguar los precios de este artista. 

Por último, quiero recomendar una cinta: Herb & Dorothy, un documental que describe la relación entre un empleado del sistema de correos y una bibliotecaria: a principio de los años sesenta empezaron a comprar arte minimalista y conceptual, de formato (y precio) pequeño: no tenían ni espacio ni dinero. Para 1992 tenían más de 400 piezas y toda una fortuna (finalmente, decidieron donar todas las obras a la National Gallery).
En este documental cualquiera de los lectores seguro encontrará una fuente de inspiración, y de paso se dará cuenta, a través de una bella historia, de que no se necesita ser millonario para empezar a ser un coleccionista de arte.

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